"los políticos se rompen la cabeza
pensando qué puede querer la gente...
y para divertirse...
sólo les hace falta una lucecita
que se apague y se encienda..."
Le he visto llegar con el flequillo grasiento y los calcetines blancos asomando entre los náuticos negros y el vaquero raído.
Los lamparones de aceite (o vete a saber de qué) en la camisa beige tienen formas irregulares y un color ya curtido, como si llevaran ahí colocadas toda una vida.
En invierno usa lino y en septiembre chaquetas de pana. Parece descolocado, siempre llega tarde, con esa sonrisa de madurito erótico, excusándose en que se distrajo observando lo maravillosa que puede llegar a ser una tela de araña.